Los valiosos aportes de la ciencia

Desde la apertura democrática, la ciencia viene realizando valiosos aportes a la construcción de la memoria, la verdad y la justicia. El trabajo de antropólogos, arqueólogos y genetistas ya posibilitó identificar y restituir a sus familias 1600 cuerpos de personas desaparecidas y recuperar la identidad de 137 nietos nacidos en cautiverio y apropiados durante la última dictadura cívico militar. “Nuestra misión es humanitaria”, dice el docente e investigador de la UNR Juan Nóbile que forma parte del Equipo Argentino de Antropología Forense (Eaaf) creado en 1984: “En todas las culturas, para que las familias puedan elaborar los duelos y cerrar un ciclo, necesitan la verdad, los cuerpos y cumplir con el ritual de la muerte”.
El antropólogo explica que la palabra “desaparecido” es forzada y queda latente de forma permanente. Por eso, desde 1976 las Madres de Plaza de Mayo buscan, quieren saber qué pasó y dónde están sus hijos y nietos. “Cuando se identifica y se restituye hay una recuperación total de la historia de vida de esa persona”, remarca. El trabajo que realiza el Eaaf es una operación de “comparar cuerpos que no tienen identidad con identidades que no tienen cuerpo”. Con ese fin todos los años hacen campañas para que las familias que aún no aportaron sus muestras de sangre, puedan colaborar.
Esta labor de construcción permanente de memoria se realiza desde hace 41 años en el país. Actualmente, el Equipo tiene en su Laboratorio 500 cuerpos aún sin identificar por no contar con las muestras genéticas de familiares para cotejar. Nóbile reconoce que hay familias que no quieren dar sangre porque “hay dolores”, entonces respetan sus tiempos, su intimidad y sus miradas pero sabiendo que pueden llegar a modificar su actitud en el futuro. También ocurre que, sobre todo en ciudades pequeñas, el desaparecido está estigmatizado de forma negativa porque “algo habrá hecho” y recae la carga de duda sobre la víctima.
Cuatro etapas
El proceso de identificación lleva cuatro etapas. La primera es la de investigación preliminar que cosiste en buscar la mayor cantidad de datos y documentos acerca de las personas y las circunstancias en las que desaparecieron. Para ello realizan entrevistas a los familiares, recopilan información a lo largo del país y arman una base de datos. El Equipo tiene evidencias de tres formas de desaparición sistematizadas durante el terrorismo de Estado. Una fue el entierro como NN en distintos cementerios. Otra, las inhumaciones en fosas clandestinas en los Centros de Detención. Por ejemplo, en Santa Fe, había cuerpos enterrados en el campo de entrenamiento militar San Pedro. Y por último, los “vuelos de la muerte” por lo que algunos cuerpos que aparecieron en las costas argentinas y uruguayas, fueron enterrados como NN en los cementerios más cercanos.
La segunda etapa del proceso de identificación es la excavación. ¿Dónde? En tumbas NN y en lugares donde reciben denuncias sobre fosas clandestinas. Allí los investigadores aplican técnicas de arqueología forense no sólo para recuperar el cuerpo sino también todos los elementos asociados a estos restos como prendas y proyectiles.
La tercera etapa es la de Laboratorio. A partir de la bioantropología se puede determinar si se trata de hombres o mujeres, la edad, la estatura y se observan las heridas peri mortem en el esqueleto. La cuarta etapa es la genética que consiste en tomar un segmento de estos restos para extraer material genético.
“Toda la información que nos brinda ese cuerpo es comparada con lo que describió el familiar del desaparecido y ahí generamos una hipótesis de identidad. Esta se constata definitivamente con el cruce de las muestras genéticas y si hay coincidencia, hay una identificación y una restitución”, detalla Nóbile.
El equipo cumple esta misión humanitaria y por otro, interviene como perito en los juicios a los responsables del terrorismo de Estado. En todas estas instancias los responsables fueron condenados. Esta metodología de la ciencia forense no sólo se aplica en casos relacionados a la dictadura sino también por desaparecidos en democracia. Asimismo fue desarrollada en las tumbas anónimas del cementerio Darwin de las Islas Malvinas para identificar a los caídos en la guerra.
Indice de abuelidad
Otra demanda social en los inicios de los 80 fue garantizar el derecho a la identidad de cientos de niños apropiados durante la dictadura. Los exámenes de sangre para determinar paternidad ya eran conocidos en la década del 70, pero en el caso de las madres y padres desaparecidos, ¿podrían usar la sangre de los abuelos y otros familiares para reconocer a los nietos? Las Abuelas de Plaza de Mayo visitaron academias y universidades con esta pregunta hasta que un grupo de investigadores en Estados Unidos asumió el desafío de responderla. Gracias a los avances desarrollados por la genetista Mary Claire King y la colaboración de un grupo de científicos, se logró la formulación de un “índice de abuelidad” que garantiza un 99,99 % de eficacia en la determinación de parentesco entre un nieto y sus abuelos a partir del análisis del material genético.
De esta forma, las Abuelas impulsaron la creación de un Banco para almacenar los perfiles genéticos y garantizar la identificación de los nietos, aun cuando ellas ya no estén. En 1987, el Congreso de la Nación creó por ley el Banco Nacional de Datos Genéticos, un organismo autónomo y autárquico, bajo la órbita del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Allí se encuentran almacenadas todas las muestras de los familiares que buscan a aquellos niños –hoy personas adultas- desaparecidos por el terrorismo de Estado y de todos aquellos que sospechan ser hijos de desaparecidos y ya dejaron su muestra. Desde su puesta en funcionamiento, se identificaron 137 nietos apropiados y aún hay más de 300 por encontrar. “Si naciste entre 1975 y 1983, podes ser uno de los nietos y nietas que nos falta encontrar”, dicen las Abuelas que siguen buscando desde el primer día.
Para mostrar cómo funciona el “índice de abuelidad” y qué implica el derecho a la identidad, la UNR organizó una intervención pública denominada “Ciencia y Memoria ¿Dónde nacen las preguntas científicas?”. Desde hace dos años se viene desarrollando en varias Facultades, la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad, el Museo de la Memoria, el Monumento Nacional a la Bandera y pretende expandirse a más escuelas de la ciudad. Se trata de un dispositivo lúdico-pedagógico para visibilizar el entramado colaborativo que posibilitó la restitución a sus familias biológicas de los nietos apropiados durante la última dictadura, organizada en conjunto por el Área de Derechos Humanos y el Área de Ciencia, Tecnología e Innovación para el Desarrollo.
Según explica la Doctora en Ciencias Biológicas, Cecilia Di Capua, la intervención empieza con un interrogante: ¿De dónde nacen las preguntas científicas? Y explica que generalmente parten de los investigadores, pero en este caso surgieron de las Abuelas y las ciencias se agruparon para dar respuesta a un problema social. Luego se detalla cómo funciona el índice de abuelidad, desde que se toma la muestra hasta que se comparan los patrones que están en los dos ADN y se aplica la fórmula para establecer la probabilidad de parentesco.
En esta intervención se expone el caso de Sabrina Gullino Valenzuela Negro quien nació en marzo de 1978 en el Hospital Militar de Paraná, durante el cautiverio de su madre secuestrada con siete meses de embarazo de mellizos. La beba fue dejada en el Hogar del Huérfano de Rosario y dada en adopción a la familia Gullino, que vivía en Villa Ramallo. Ella siempre supo que era adoptada. Cuando comenzó a estudiar en la Facultad de Ciencia Política, se acercó a la filial Rosario de Abuelas y a partir del análisis, pudo conocer su historia: es hija de Tulio Valenzuela y Raquel Negro, asesinados por la dictadura. Desde que supo que era hija de desaparecidos, comenzó una nueva búsqueda, la de su hermano mellizo al que aún no conoce y espera. “Al recibir el resultado del ADN me impresionó ver que estaba toda la familia buscándome”, dice Sabrina. Y resalta: “Me gusta pensar que la identidad no es solamente lo biológico, sino también todo lo que uno ha construido y lo que va a construir”.